miércoles, 20 de febrero de 2019

relato de Amparo


¿Oby?

Como si se tratara de una turbulencia en mi cerebro, sentí un dolor agudo y punzante en la zona occipital. Apenas podía abrir lo ojos. Me llevé las manos a la cabeza, ese simple gesto, me resultó un gran esfuerzo, fue un movimiento lento y tembloroso. Rocé mi pelo, era fino y enroscado, las yemas de mis dedos tardaron en sentir el tacto del cabello. Mi ojo derecho palpitaba como el segundero de un reloj, la zona interna dolía y sentía como si se desviara al interior del tabique nasal.
Me costó mucho abrir los ojos, no había casi luz, descubrí la piel oscura de mis manos y una alianza cuyo destello se alineó con el reflejo de la farola, aquello me hizo fruncir el ceño, y desencadenó en otra punzada profunda que me cortaba la respiración.
Degusté un sabor acre y rancio, necesitaba un sorbo de agua para quitarme aquel asqueroso gusto a vómito.
Un zumbido acompasado penetraba en mis oídos, la humedad me estaba paralizando el cuerpo y el miedo también.
Me incorporé torpemente apoyándome sobre mis codos, llevaba una camisa blanca, perfectamente arremangada, las dobleces estaban alineadas y paralelas, frenaban justo a cuatro centímetros por debajo del codo, parecía de seda. El antebrazo izquierdo lucía un tatuaje elegante y arabesco, pude leer Michelle, completaban la ornamentación un símbolo de infinito y una fecha…pero… ¿quién era Michelle?, ¿qué significaba esa fecha?, ¿Qué día era hoy?, ¿quién soy?
Se sucedieron una tras otra, preguntas en mi cabeza sin respuesta.
Miré a mi alrededor, comenzaba a surgir un resplandor en el horizonte, descubrí que estaba cerca del mar, los zumbidos de mis oídos era el vaivén de las olas. Estaba semisentado en la arena, giré sobre mis espaldas y vi la monumentalidad de un faro, indicando con su parpadeante luz, el rumbo de los barcos.
Ponerme en pie era doloroso y complicado, la zona lumbar estaba casi paralizada, no sentía las piernas, me hundía en la arena y era imposible avanzar hacia el paseo. Era más fácil gatear. A unos metros encontré una americana, debía ser mía, las rayas diplomáticas se repetían en el pantalón. Busqué desesperadamente en los bolsillos de la chaqueta, no encontré nada que me facilitase mi identidad. En el bolsillo interior apareció una tarjeta, pude leer Stanford University, por la parte trasera había una nota, 27 de noviembre, 8:45 AM. Volví a repetirme la misma pregunta, ¿qué día es hoy? ¿por qué veo doble?
De momento mi principal preocupación era encontrar el zapato que me faltaba. Mantener la calma y la serenidad me ayudaría a recobrar la memoria. Debía de estar pasando por un estado de shock, no parecía estar herido ni haber recibido ningún golpe. No presentaba signos de agresión.
Palpando sobre la arena en busca del calzado perdido, tropecé con un objeto, era un mando, al parecer pertenecía a un coche, la imagen de unas alas enmarcaba las palabras ASTON MARTIN. Las guardé en el bolsillo del pantalón. Aquello seguía sin tener sentido para mí. A pocos metros estaba el zapato que faltaba, salpicado en vómito. Era de piel marrón jaspeada, con suela de cuero, en el interior sobre la plantilla en una etiqueta ponía Tanino Crisci.
Me coloqué el zapato, torpemente anudé los cordones, más bien los dejé atados, colgando un cabo por cada lado, no recordaba como se anudaban.
Conseguí incorporarme y comencé a caminar hacia el paseo, con la intención de encontrar el vehículo al que correspondían aquellas llaves.
A pocos metros, sobre el paso de peatones y obstaculizando el carril de bicicletas, había un descapotable gris plata. Mal estacionado, pero no presentaba ningún golpe, sobre el asiento del copiloto una corbata desanudada granate. Inmediatamente me precipité sobre el coche, abrí la guantera, en busca de documentación o algún papel que me ayudara a averiguar mi identidad.
En la guantera solo había una cajetilla de cigarrillos, un paquete de chicles y un sobre amarillo, el cual tenía el precinto abierto, en su interior solo había papeles con muchos números, muy complejos, fórmulas …No entendía nada de lo que ponía, ni sabía interpretar aquellos números.
Empecé a tener miedo, me senté agotado en el asiento del conductor, bajé el parasol para ver mi aspecto, ¿eh?, ¿quién soy? La imagen reflejada en el espejo no me servía de nada, no me reconocía. Una punzada aguda me partió el pecho. Me derrumbé y me dejé caer sobre el volante. Sollozando y envuelto en una inmensa duda y sensación de incredulidad.
Mantén la calma, me decía a mí mismo, esto es pasajero. En unos instantes volverás a ser tú.
Las lágrimas corrían por mis mejillas, el ojo seguía doliendo y dando la sensación de que se iba a salir del sitio.
Del espejo retrovisor colgaba un corazón, por cada lado del corazón una foto, en una la imagen de una mujer, ¿sería Michelle? Por el otro lado dos niñas de unos seis y ocho años, guiñando los ojos, simpáticas y sonrientes. ¿serían mis hijas? ¿tenía familia?   
Decidí relajarme, buscar agua para beber y enjuagarme la boca. Algo debía haberme pasado para estar en esas condiciones. Registrando el coche, los recovecos de los numerosos huecos,
encontré un bote de fármacos, Mestinon 60 mg, el frasco estaba prácticamente entero. ¿Necesitaba medicación?, ¿por qué veía dobles las letras? No había prospecto para leer su contenido y su posología…
Calma, debo mantener la calma, tengo un coche, un fármaco, unas fotos, unas fórmulas, una tarjeta de la Univ...
_¡Oby!, ¡Oby! ¡Cariño! ... Celia ha preparado el almuerzo con el asistente de la campaña electoral, te va a encantar, lleva unas propuestas muy interesantes. Antes has de pasar por el despacho y firmar unos documentos de la embajada y acuérdate también de firmar el acuerdo con la universidad de Stanford. Luego tendrás tiempo para hacer tus ejercicios, pero no podrás usar la piscina cubierta, John ha puesto un producto de choque, dos, tres días, tardará en hacer efecto. Me apetece ir al estudio de Rachel Roy, a ver que diseños tiene para esta temporada, ¿me acompañarás? Será solo una hora, no tardaré mucho, ya llevo las ideas muy claras de lo que quiero. Al acabar podríamos hacer una pausa y tomarnos un zumo de cinco frutas con leche… ¿o no?, ¿será muy arriesgado? ¿Recuerdas cuando éramos novios? Íbamos al cine, con sus respectivas palomitas y refresco… y aún nos entraba el medio litro que nos ponían en aquellas copas…jajaja…el local sigue igual, butacas de mimbre bajitas, las mesas que te llegan a las rodillas, lámparas colgando a la altura de las cabezas, con forma de sombrero... ¡Qué tiempos! Si te parece arriesgado, le decimos a Andrew que nos los traiga, a mí me apetece mucho, llevo días pensando en esos zumos. Nos vendrá bien antes de la consulta con el neurólogo… ¡Ah!, la cita es a las seis, cuando se hayan ido todos los pacientes. Tendrás que contarle que tal te ha ido el tratamiento, yo te noto mejoría.
Desde que Michelle había entrado en la habitación, no había parado de hablar y de moverse de aquí para allá, las cortinas habían cambiado de posición unas tres veces, hasta conseguir la intensidad de luz suficiente, para que el despertar fuera agradable y transitorio. Los cajones de la cómoda, abriéndose y cerrándose habían afinado un melodioso susurro, que se entremezclaba con el zumbido de mis oídos. Sus tacones acompasados y rítmicos, daban el toque de diana de cada mañana. Su silueta danzante me hizo recordar el sentido del tacto, cuando la sensualidad lo era todo. No puedo pasar por alto estos episodios, debo contárselo al doctor.
Michelle se acercó, me dio un tierno beso en la frente. Mientras desaparecía, ya casi en el pasillo, se giró y en esta ocasión fue escueta.
_Obama. Se te ve pálido.





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