domingo, 9 de diciembre de 2018

La muerte es algo abstracto (Hada)

La muerte es algo abstracto, hasta que te mueres
1
Laura como en una especie de trance (quizá por el vino) se estaba preparando un baño caliente
cuando Frank, dos pisos más abajo, apretó el gatillo de su revólver haciendo caer a Annie con un
golpe sordo sobre la moqueta. Estaba sacando las sales aromáticas del armarito y se golpeó en
la cabeza al escuchar el disparo. Acudió al espectáculo junto al resto de vecinos, que se
reunieron en el rellano, para ver cómo se llevaban a Frank esposado y a Annie envuelta en un
plástico.
2
Tiene usted distrofia muscular. Era, posiblemente, la primera vez en quince años que Laura se
tomaba un instante y paraba. Lo único que escuchó fueron las palabras distrofia y muscular. El
resto del tiempo solo fue capaz de mirarle el bigote al doctor, o más allá del bigote, con la boca
entreabierta. Como aquella vez cuando le operaron de las muelas del juicio que no se sentía los
labios y un hilillo de saliva se le escapaba por la comisura, y su madre iba detrás de ella con un
pañuelito y le limpiaba. Pensaba en el momento en el que ese sería su estado permanente,
mientras observaba a una hormiga cargando con una miguita de pan muy grande, sentada en un
banco en del parque. Hacía frío pero ni siquiera se había puesto el abrigo, que le colgaba de un
brazo, inerte. Era, posiblemente, la primera vez en quince años que permanecía estática durante
más de diez segundos. Pensaba en aquel muchacho con el que salió en la universidad, que había
leído demasiado a Lovecraft y Schopenhauer, y que nunca usaba crema solar. Estamos aquí sin
ningún propósito, diminutos en un cosmos infinito. Laura siempre había dicho que a ella nadie le
había pedido permiso para traerla al mundo, así que quería tomarse la libertad de elegir cuándo
irse. Pero ahora se sentía frágil y pequeña y tenía miedo.
3
La escalera se vació rápidamente tras unos cuantos “Qué tragedia” y “Si siempre saludaba".
Laura, movida casi por la inercia, volvió al cuarto de baño. Empezaba a sentirse muy pesada
(quizá por las pastillas). Se encontró con el grifo de la bañera abierto, rebosando el agua, y se
dirigía a coger la fregona cuando resbaló, dando a parar su nuca contra el canto de la bañera.
Horas más tarde era a Laura a quién se llevaban envuelta en un plástico.

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