lunes, 5 de agosto de 2019


VÍVIDA VIDA

-Con las ofertas que tuviste fuera de España ¿Por qué te quedaste?

-Era más seguro lo que conseguí aquí.

-Pero si tenías trabajo en Suiza. En una empresa distribuidora de gas.

-No hablaba alemán. Tampoco me apetecía aprenderlo.

-El trabajo era Lausanne y allí hablan francés.

-Era un cambio muy brusco. No sólo por cambiar de país. También tenía que adaptarme al clima, al carácter y las costumbres de los suizos. Preferí lo que tenía aquí.

- ¿Por qué no te fuiste a trabajar a Venezuela? Allí no tenías cambio de idioma. El clima era mucho más cálido. Las costumbres más similares a las españolas. Habrías tenido un trabajo seguro y bien pagado. Era una empresa pública. 

-No lo elegí e hice bien. La empresa fue privatizada y luego la cerraron. Además recuerda que el peso venezolano se devaluó muchísimo al año siguiente de la oferta de trabajo. Me habría encontrado sin trabajo y con muy poco dinero.

-Con la inflacción que teníamos en aquí ¿Como díces que era más seguro lo que tenías?

-Entré a trabajar en la Admistración Pública.

-Con un contrato de un año que no te podía prorrogar.

-Aún así prefería quedarme. Me dijeron que convocarían la plaza dentro del año.

-Con el paro tan alto que había sabrías que tendrías mucha competencia. Era muy dificil que ganaras tú la oposición. La convocatoria era sólo un puesto de trabajo.

-Confié en mí mismo.

-Imagina si te hubieras ido a Suiza. No habrías tenido que opositar. Tendrías un trabajo mejor pagado y allí habrías estado mejor considerado que en España.

-No puedo imaginar cómo habría sido mi vida en Suiza. No tomé en consideración esa posibilidad porque acababa de entrar a trabajar aquí. Sólo tenía en mente consolidar mi trabajo en la Administración.

-Tu vida habría sido mucho más interesante viviendo en los valles de los Alpes. Imagina vivir con esa calidad de vida en un país de los más ricos del mundo.

-No me lo planteo ni entiendo como eres tú quién hace esos planteamientos

-¿Por qué dices eso? Quiero comprender tu decisión.

-Te responderé con una pregunta ¿Por qué no lo elegiste tú mismo?

Desperté con la respiración entrecortada. No era la primera vez que me pasaba. Había tenido este tipo de sueños de forma reiterada. Soñaba con esta conversación donde cambiaban los destinos en el mundo, pero siempre se repetía la elección de quedar en el puesto de trabajo de la Administración Pública en España. En la conversación, que no era acalorada, yo era la persona que ahora soy recién jubilado con mis bien llevados 65 años y la persona con la que hablaba era un joven de unos 25 años de edad. Despertaba sobresaltado cuando me daba cuenta que el joven era yo mismo a esa edad. 

Me puse a escribir inmediatamente el sueño. Era lo que me pidió Juan mi psicólogo. Me había dicho que analizaríamos con detenimiento lo que soñaba si conseguía escribirlo. Que sacaríamos conclusiones importantes.

Cuando acabé de escribir tuve la sensación que en el texto habían muchas cosas que hasta ese momento no me había dado cuenta. Juan me explicó que las respuestas a los problemas que nos pasan están en los sueños. Estos se producen para que los veamos con claridad. Como me encontraba muy a gusto con mi recién empezada jubilación no le hice demasiado caso en la primera sesión. Pero el sueño se repetía noche tras noche y tuve que volver a verle.

Aunque tuviera estos sueños que me despertaban con sobresalto, durante el día me sentía bien. Viendo la vida que había llevado no me podía quejar. No tuve apreturas económicas nunca. Tenía una buena paga de jubilación. Una salud buena que me permitía hacer bastante deporte. No eran los que había practicado de joven, pero ahora caminar, nadar e ir en bicicleta me hacían sentirme fuerte. 

Aún así había algo detrás de todo esto que no me terminaba de satisfacer. Decidí pensar en lo que no me había dado la vida y empecé a anotar los temas que iba revisando. 

Lo primero que me vino en mente fueron los hijos. Me habría gustado tener alguno. Quizá de haberlo tenido ahora no tendría una economía tan boyante. Pero el deseo siempre ha estado ahí. Con el paso de los años el deseo perdió intensidad. Comprendí que la labor de padre hay que empezarla joven. De mayor se hace muy cuesta arriba dormir sólo cuando tu hijo duerme, tener que jugar con él todo el día y acabar reventado o tener que implicarse de lleno en su educación. Me convencí que los hombres quiza no tengamos como las mujeres un reloj biológico para la paternidad, pero con la edad sí lo tenemos físico. Con esa idea dejé de pensar en tener hijos.

Traté de pensar si el joven con el que me encontraba en los sueños era una especie de hijo no tenido. Pero no era así. Me despertaba bruscamente al darme cuenta que era yo mismo quien estaba delante de mí.

Pensé en otra cosa que no me hubiese dado la vida. Me planteé si fue el hecho de no haber consolidado una relación estable con ninguna mujer fuera la causa de estos sueños. No encontré relación con los sueños. Era al revés. No había tenido hijos porque no había tenido una relación estable. Ninguna de las mujeres con las que conviví quiso tener hijos conmigo excepto la primera. En ese caso yo veía el final de la relación inminente y fui yo quien no quiso.

Revisé si tenía alguna sensación negativa por los viajes que no hice y que deseaba hacer. Lo único que conseguí fueron ganas de iniciar los preparativos para ir a Vietnam. Me habían dado muy buenas referencias para recorrer el norte de ese país. 

Recordé mis malas relaciones con algunas personas que conocí a través de mi trabajo y me dí cuenta que todas ellas habían quedado atrás con la jubilación. No había vuelto a entrar en el edificio en el que trabaje en mis últimos 20 años de funcionario. Si que había quedado para comer con excompañeros pero ni una sola visita al trabajo.

De mis amigos tampoco encontraba motivos de queja. Estaba por dejar mi búsqueda alrededor de mis carencias cuando me di cuenta de algo verdaderamente importante. Me pregunté si la vida que había llevado había sido satisfactoria para mí y la respuesta que me llegaba en la mente era que sí, pero algo dentro de mi me decía que no.

Traté de ver la insatisfacción y descubrí algo que me hizo ver lo que Juan quería que encontrara. Todo el tiempo había considerado que mi vida había sido satisfactoria por la ausencia de problemas serios y por lo que me decían todos aquellos que me rodeaban. Ellos hablaban de la suerte que había tenido, de la de lios que me había librado por no tener mujer e hijos, de los viajes que había podido hacer, del cochazo que tengo... todo externo, pero nada interno.

Me había sido mucho más fácil creer a mi entorno que a mi mismo. En verdad no había conseguido en la vida aquello que quería. En mi mente surgió una imagen que me erizó el vello del cuerpo. Me acababa de dar cuenta que lo que siempre había desado era tener mi propia familia.

Enseguida comprendí el mensaje de los sueños. En ellos me estaba reclamando a mi mismo haber tomado otras decisiones laborables que me hubiesen llevado a otras partes del mundo. Quiza en otro sitio podría haber encontrado la persona adecuada con la cual tener una familia. 

En ese momento me imaginé a mi mismo con un nieto en mis brazos y empecé a llorar. Estuve así más de una hora. Al final ya no sabía si lloraba por la imagen tan intensa de un bebé en mis brazos, si era por haber dejado pasar la opción de ser padre, o si era por no haber tomado la decisión de haberme ido hacer mi vida a otra parte. 

Cuando dejé de llorar me descubrí a mi mismo con ganas de vivir lo que aún no había vivido. Quizá nunca tendría una familia pero al menos trataría de hacer sólo lo que yo quisiera. Me prometí que nunca más haría caso a lo que opinasen los demás con respecto a mi vida.

José Luis Romero

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