jueves, 6 de junio de 2019


Relato de José Luis Romero. (Frase + imagen)

Amargo raciocinio

Te di la razón. Te la di toda. Esa vez había metido yo la pata, pero tantas otras no y también te la di. Te la doy siempre. Parece que la quieras toda, que la necesites. No te preocupes que te la doy. Hace un tiempo que no me importa no tenerla. 

Cada vez que discutíamos siempre imponías tus razones. Yo disimulaba haciendote creer que me convencías. Desde que escuché un comentario que circula por las redes sociales sobre la razón decidí hacer más caso a ese comentario que a tu lógica aplastante. 

"La razón es lo más barato que hay. Nadie la quiere comprar ya que cada cual tiene suficiente con la suya"

Sí. Te dejo con toda tu razón pero yo ya no compro. Ni la tuya ni la de nadie. Prefiero no discutir y doy la razón. ¡Que curioso! Tú la vendes y yo en cambio, reconociendo su escaso valor, la doy.

¿De qué me serviría convencerte que yo también tengo una cabeza que razona? Me contesto yo sola: "De nada, como cuando das las gracias". A ti solo te importa tu razón. Vives de ella y para ella. Discutes porque te da la ocasión de sacar tu razón a pasear. Tienes que exhibirla. Mostrar lo flexible y dinámica que es. Captar la atención. Ser el centro de las conversaciones aunque para ello acaben en discusiones.

Antes dudaba si era tu ego el que se imponía a través de tu razón o si era la razón tu forma de ser religioso. Me refiero a razonablemente religioso. Ahora tengo claro que quien te guía es tu razonamiento y él, aunque creas lo contrario, es tan rigido como el de cualquier religión.

No eres capaz de escuchar otras razones. Las oyes pero con el único fin de rebatirlas. Haces exactamente igual que una persona religiosa en discusión contra otra que reniega de su religión o que defiende una diferente. Crees en tu razón y, de verdad, cada vez más me aburrís más los creyentes. 

Al menos no eres forofo del fútbol. Esos son de otra religión donde su equipo lo es todo. Hablan de él todo el día. Aburren con su pasión pura sin darse cuenta que están manipulados como cualquier otro creyente.

Te presentas en sociedad como una persona razonable y conversadora. En las primeras conversaciones no se detecta tu juego pero al final te descubres. Sueles hacerlo cuando dices que tú sólo crees en ti. Podrías creer en un montón de personas más. Las que te rodean, las que, incomprensiblemente, aún te quieren. Si no dejas de "solo oir" para pasar a "escuchar a veces" vas en dirección a la soledad. El lugar perfecto para que nadie te discuta. Pero ¿Te has planteado que te ocurriría si no pudieras plantear disputas intelectuales con nadie? ¿Qué te alimentaria el Ego?

Te engañas cuando crees que eres flexible en tus razonamientos. Eres versátil. Sabes jugar en el terreno de la razón para ganar la partida. Trabajas tanto con ella que eres un maestro a la hora de expresar ideas coherentes. Si aplicaras esos conocimientos al ajedrez en vez de a la discusión serías un reconocido maestro.

Arrastras tu razón como si fuera una oscura nube. Y en vez de huir de ella te esfuerzas en no soltarla. Y no eres el único. Las personas que peor te caen son las más parecidas a tí. Es con ellas con las que siempre discutes. 

Si fueras consciente de tu juego te harías amigo de ellos en vez de odiarlos. ¿Te has dado cuenta que disfrutas tanto con ellos que es con los únicos con los que te acaloras? Normalmente tu razón te impide exaltarte cuando la trasmites. Te ves siempre vencedor en los debates. Pero cuando el que tienes enfrente te responde a un nivel parecido de contundencia saltan las chispas del combate verbal.

Me he dado cuenta que tratas de controlar toda tu vida desde la razón, desde el creencia de hacer lo correcto en cada momento y de paso te pierdes todas las maravillosas oportunidades de equivocarte, de aprender de tus propios errores, de hacer lo incorrecto y de vivir sin el juicio permanente de la corrección ¡Joder, si eres hasta políticamente correcto!

Te equivocas. Eres humano y los humanos tiene fallos. Cuando eso sucede tienes la desvergüenza de justificarte desde la razón. Has perdido el control, es decir, el centro del centro de tu vida y simulas que era una forma diferente de controlar. 

Te has convertido en un ciego selectivo. No eres capaz de mirar donde lo que hay no te gusta, donde no se cumplen tus parametros. Has creado un mundo ficticio para vivir aislado de la incoherencia, de la imperfeción y de lo banal. Es tu razón la que hace la selección y, uno tras otro, vas separándote de la gente que consideras está en oposición a ella. La razón es tan poderosa en tu vida que la llamas "Verdad".

Has conseguido que me dé miedo esa palabra cuando la pronuncias tú. Es como una sentencia que separa tu bien de tu mal y con el paso del tiempo tu verdad hace que haya menos bien y mucho más mal. No soportas a casi nadie por sus imperfecciones y consigues que en ti se produzca el mismo efecto: Cada vez te soporta menos gente.  

Tu razón lo juzga todo menos a ti mismo. Entretanto yo procuro juzgar lo mínimo posible excepto a mi misma. Estoy convencida que soy la única persona a la que voy a poder cambiar. Trato de aceptar que las cosas sean como son. Intento hacer cambios en mi vida pero no en la de los demás. O sea que cada cual haga lo que quiera y que me deje a mí hacer lo que quiero. Al revés de lo que te pasa a ti cada día que pasa hay más personas que quieren mi amistad y no precisamente la de facebook que, como bien sabes, no tengo.

Me pregunto casi todos los días como es mi relación contigo. No entiendo como sigo soportandote y como me soportas tu a mí. Nos ha costado pero hemos encontrado formas, lógicas y razonables, para poder sobrevivir juntos.

Tenemos definidas las tareas domesticas para no interferir el uno con el otro. Es sorprendente la diferencia que hay entre nuestros armarios. En los tuyos Marie Kondo no sabría qué decir. En los míos podría aportar miles de ideas, pero van a seguir como están ahora. Que tengamos dos baños en casa ha sido una gran suerte y la eliminación de un montón de problemas. 

Pero cuando compartimos tiempos de conversación hablamos de lo que tú quieres, es decir, de lo que no tienes vetado hablar. Escucho tus juicios y trato de no juzgarlos. Como sólo estás interesado en tu opinión rara vez me pides la mía. Me es muy cómodo que sea así. En caso contrario discutiríamos y en tu terreno yo siempre tengo las de perder. 

Te entregaría esta carta, pero no lo voy hacer. Cada vez que he tratado de "con-vencerte" tú has pensado que trataba de "vencerte" en el razonamiento y has rebatido con contundencia mis palabras. No captaste nada ni del cariño con el que te lo decía ni de la intención, que sólo pretendía que ampliaras horizontes.

Temo entregártela ya que sería el principio del fin y aún no me siento preparada para dejarte. Estoy en ello. Pensaba que no lo hacia porque me faltaba valor pero me he dado cuenta que aún no estoy convencida del  brutal cambio de vida que sería estar sin ti.

Ahora bien, el día que leas estoy será porque ya no me tendrás a tu lado para rebatirmelo. Me habré ido por mis propias razones, no por las tuyas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario