miércoles, 22 de mayo de 2019

Él

Él (relato by Guille)

Siempre estuvo presente en mi vida, de manera eventual aparecía y desaparecía. Entre sus idas y venidas y mi inconsciencia natural  inherente al crecimiento mismo,  a medida que yo crecía lo hacía también  mi imagen de él. Extravagante y genial. Con una brutal agilidad mental y una firme voluntad acababa dominando cualquier círculo. O al menos eso me parecía entonces; con el tiempo descubrí que sino era así desaparecía de los foros, aunque se fuese para fumar.

Era experiencia y jovialidad, disfrutaba de las cosas triviales y, con los niños, especialmente con los más gamberros, hacía hermandad. En esas situaciones eran pasión mutua, extravagancia pura. Cuando marchaba habías vivido una experiencia extrasensorial, interactiva y sorprendente. Después desaparecía hasta no se sabía cuando.

Con la adolescencia ya no hubieron grandes contactos, algún día suelto, de pasada, entre los estreses de cada uno. Aún así, seguía siendo un referente de excentricidad, quitándole responsabilidad o gravedad a las cosas. Ponle un tío Jere a la vida pensaba yo, cuando tu problema había pasado a ser una risa nerviosa o una infinitesimal anécdota, la del espacio sideral de la relatividad a la que sometía las cosas. Las historias que te contaba o que te contaban,  eran auténticas, joviales, de vividor, como con una personalidad independiente cada una de ellas, por si solas. Simples relatos reales de lo que cualquiera querría hacer. Juntas hacían de él un mito personal. Siempre que le recordabas afloraba una sonrisa y esta, en la mayor parte de las ocasiones, se tornaba en risa. A veces te sorprendías hablando de él en tus círculos habituales, o sonriendo porque sí. En qué piensas que estás sonriendo?. Se generaban imágenes de él de absoluta veneración y envidia; sana para los que le tratábamos y, no tanto, para los que era más inaccesible. De mayor quiero ser como él, pensábamos, cada día con una tía y en un lugar diferente, de viaje, trasnochando o durmiendo un martes a media mañana.

Era un creativo y, en las horas de trabajo, también publicista. Tirarse un pedo en una reunión e integrarlo con solidez como parte de la venta, si,  por la percepción sensorial de los perjuicios o como el marketing podía convertir el prejuicio en juicio (de compra, claro). Anular la reunión más importante o retar a los clientes eran anécdotas circunstanciales. Si se ganaba bien y, sino, que bien lo hemos pasado. El juego creativo era su vida y la vida no paraba de brindarle oportunidades. Qué crack, decíamos. Sí tío, que crack.

Por el camino tuvo sus crisis, de todo a nada. De nada a algo y de algo a todo. Los ciclos se repetirían a lo largo de su vida. Aparecía y desaparecía. Sorprendía o desaparecía.

En una de sus crisis coincidimos, fue la primera vez que hablamos de cerca, de nuestras intimidades. Más adelante él lo contaría como un enamoramiento, para mí simplemente se interesó por primera vez en mí persona. A partir de entonces cuando empezamos a tener contacto más habitual. Fue un gran apoyo, seguramente yo para él también. Ante los complejos de la incipiente vida adulta te sentías entendido y aconsejado. Ante las crisis internas te sentías acompañado. A medida que uno experimentaba con el mundo, íbamos viéndonos. Éramos cómo dos satélites y cuando coincidíamos era una risa. Mis historias eran también escuchadas por ahí y luego me preguntaba con curiosidad. Luego las magnificaba con las etiquetas más positivas que él valoraba y parecían algo grande.

Nuestro primer conflicto de intereses fue porque él jugó conmigo. A raíz de una mala experiencia que tuve con un flirteo, él y un amigo me escribían mensajes de sms como si fueran de la chica, en plan acoso. Qué desastre, cómo fueron subiendo el tono...

Más adelante, la amistad fue evolucionando. Nos veíamos de manera frecuente y hablábamos mucho.

A veces la vida te sorprende, hubo un dia que hablamos a corazón abierto y noté lo cerca que se puede estar de alguien al verle llorar por lo que le estaba contando, o por lo que no era capaz de contar. Aquel día no habia hoguera pero lo parecía  Hubo música y también mucho vino, riojano, como el abuelo.

Desarrollamos una fuerte amistad y, probablemente sea, de alguna manera, imperecedera. Como tantas otras pero como ninguna. Nadie nos puede devolver a aquel tiempo pero tampoco se puede olvidar.

Más adelante nos fuimos distanciando. No sabría explicarlo y tampoco estaba en nuestros planes. Los cambios de residencia, de estado, parejas, ligues, viajes, trabajos o falta de, ausencias,...la vida.

En cualquier caso, es curioso, pero tengo la sensación que volveremos a encontrarnos en algún otro periodo de la vida y hablaremos de tu a tu, o no, quién sabe.

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