viernes, 16 de noviembre de 2018

Primavera negra

Ellos llegaron en mayo. Recuerdo perfectamente aquel día porque fue el de nuestra última discusión. Yo te rompí tu póster de "Encuentros en la tercera fase" y tú te llevaste el gato y mi colección de vinilos. Se te iban cayendo por el camino y no fue hasta bastante después de que cruzases la puerta que pude dejar de reír histérica. Tan ridículo, todo lo tenías que convertir en una película de Almodóvar. Llamaron al timbre y fui a abrir llevando una sudadera y las bragas más viejas que tenía, más vale que tengas preparada una buena disculpa. Pero no eras tú, era la señora de en frente, llevaba los rulos puestos y hablaba tan rápido que apenas la entendía. Así fue como me enteré de que Ellos habían llegado.

Verano blanco

Era Junio y había empezado a nevar. Había pasado casi un mes desde que Ellos aparecieron en forma de cubo y trajeron el frío. Había uno en todas las ciudades del mundo, lo único que se sabía es que bajaron del cielo y que estaban ahí, tan solo estaban. Los últimos vestigios del verano se encontraban al rededor de Ellos, conforme te acercabas al extraño objeto las temperaturas subían y te sumías en una nube de polen. Era Junio y tuve que sacar el nórdico del armario y ese CD tuyo de Frank Zappa me cayó de canto sobre mi pie descalzo.

Para cuando llegó el agosto la histeria colectiva fue amainando hasta tal punto que la gente empezó a reunirse en torno a los cubos para disfrutar de las temperaturas estivales. Yo estaba deseando que saliera de ahí alguna especie de seres diminutos con unas pistolas de plasma y se pusieran a pegar tiros como en "Mars Attack".

Otoño nuclear

Había pasado casi medio año desde que entramos en aquel invierno perpetuo y desde que te fuiste tú. El mundo entero se había acostumbrado al frío y no pasaba absolutamente nada. Nos habían invadido los alienígenas más aburridos de toda la federación estelar. Era víspera de Halloween, había salido a comprar caramelos para los niños, que me daban muchísimo más miedo que lo que fuera que hubiera dentro de aquellos cubos. Y para cuando llegué a casa ahí estabas tú, el mayor fantasma de todos, intentando meter al gato por la ventana de la cocina.

Hada

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