No me grites que no te escucho.
Fue en una cena con la familia cuando llegue a preocuparme sobre la corrección política que nos asedia. No importa que se dijo ni quien lo dijo, fue algo gracioso y triste la vez, triste porque era verdad, una de las tantas formas que adquiere la verdad y que nunca debería censurarse. Pero esto de censurar "la verdad" y, por extension, el sentido del humor no es un fenómeno nuevo, puramente occidental; en otras culturas también sucede, pero emerge de las masas disfrazada de fe y valores tradicionales. En nuestro caso es la novedad.
La corrección política de lo que se debe hablar y en el modo en que se debe tratar ciertos temas no es otra cosa que otra forma de control social dirigida, o no, poco importa. Lo cierto es que cuando la sociedad actúa, golpea con solidez y fuerza cualquier idea descarriada, venga o no a poner en riesgo el orden establecido, pulverizandola en partículas mediocres y débiles al gusto de los tiranos. Es lo primero que hacen los tiranos cuando tienen oportunidad, atacar al humor y el libre pensamiento. No les gusta. El humor, es esa bufonada poco valorada, pero que, para horror de todos los que tienen la piel fina, crítica y desnuda al mundo lo que significa ser humano, sea cual sea el punto de vista del ridiculizado. Para hacer humor hay que pensar y a veces no pensar demasiado, hay que ser atrevido, dejar los valores aun lado, hay que enfrentarse a un conjunto de personas o individuos solitarios y soportar el hecho de ser o no comprendido. Los tiranos ven adalides de la rebeldía y la autocritica en estas cosas. No digo que los humoristas sean mártires o héroes. Tampoco invito a reírse de las desgracias ajenas y de las autoridades, pero ¿cuando pasa el tiempo suficiente para reírnos de algo? ¿Cuando nos reiremos de lo absurdo que fue el conflicto vasco o irlandés? ¿Cuando reiremos de la independencia catalana o de la guerra de Siria? ¿En qué instante dejó de ser gracioso comparar a alguien con un enfermo? ¿Quién lo decidió? ¿Los mismos que se reían de aquella enfermedad hasta que les tocó sufrirla? Esto me recuerda a esa clase de mecenas que solo intentan curar las enfermedades raras que afectan a su familia, y que hasta entonces les importaba un bledo, del mismo modo que les importa poco los otros males de la humanidad. ¿Por qué no puedo reírme hasta que me toque pasar el mal trago? Me inquieta pensar que las ideas y las "gracias" son derechos adquiridos de algunas persona. Es lleva a suponer que la moral es propiedad intelectual de unos cuantos y que los demas tenemos que estarles agradecidos a que trascienda a la sociedad en su conjunto, sociedad que, luego, se siente incapaz de afrontar problemas generales y se ofende por las desgracias personales. Claro, como la sociedad no sabe poner en vereda a sus gobernantes, que en el grueso de los casos son corruptos e intocables, lo hace sobre individuos que son accesibles y que igualmente repugnan a unos y otros por lo que dicen o escriben. Así es como de pronto cambia la moral y es fácil detectar a los que no asumieron o no quieren asumir el cambio. Los pierde la boca. No importan sus derechos ¡a por ellos! Se abre la veda de ofendidos y moralistas. Todos en contra del blancocristianoccidentopatriarcado, sea lo que sea que signifique eso. Que no hable ninguno que nos ofenda. ¿Es un chiste? Luego exigimos democracia. Menudos demócratas somos. Democracia es escuchar incluso a los que piensan diferente, crean o no en sus propias ideas, y defender su derecho a pensar y decir lo que quieran, la historia los juzgará y los hará pagar por el crimen que cometan. Yo no veo a nadie con las manos manchadas de sangre por un chiste insensible. ¡Claro! Me olvidaba de los sentimientos. Ahora los desviados, retrasados, sudacas, negros y moros son personas y tienen sentimientos. ¡Que sorpresa! Menudo descubrimiento del siglo XXI Que nadie haga un chiste antes de mirar alrededor, por favor. ¿Y cuando el chiste va de reírse de tu jefe o jefa, la persona que te paga y mantiene a tu familia? ¿De los incomprensibles presidentes Trump y Maduro? Tranquilos, no pasa nada. Los poderosos no son personas con sentimientos y vulnerables a la crítica. No nos pongamos papistas. Me parto. ¿Quien decide con quien cebarse y con quien no?
La corrección política de lo que se debe hablar y en el modo en que se debe tratar ciertos temas no es otra cosa que otra forma de control social dirigida, o no, poco importa. Lo cierto es que cuando la sociedad actúa, golpea con solidez y fuerza cualquier idea descarriada, venga o no a poner en riesgo el orden establecido, pulverizandola en partículas mediocres y débiles al gusto de los tiranos. Es lo primero que hacen los tiranos cuando tienen oportunidad, atacar al humor y el libre pensamiento. No les gusta. El humor, es esa bufonada poco valorada, pero que, para horror de todos los que tienen la piel fina, crítica y desnuda al mundo lo que significa ser humano, sea cual sea el punto de vista del ridiculizado. Para hacer humor hay que pensar y a veces no pensar demasiado, hay que ser atrevido, dejar los valores aun lado, hay que enfrentarse a un conjunto de personas o individuos solitarios y soportar el hecho de ser o no comprendido. Los tiranos ven adalides de la rebeldía y la autocritica en estas cosas. No digo que los humoristas sean mártires o héroes. Tampoco invito a reírse de las desgracias ajenas y de las autoridades, pero ¿cuando pasa el tiempo suficiente para reírnos de algo? ¿Cuando nos reiremos de lo absurdo que fue el conflicto vasco o irlandés? ¿Cuando reiremos de la independencia catalana o de la guerra de Siria? ¿En qué instante dejó de ser gracioso comparar a alguien con un enfermo? ¿Quién lo decidió? ¿Los mismos que se reían de aquella enfermedad hasta que les tocó sufrirla? Esto me recuerda a esa clase de mecenas que solo intentan curar las enfermedades raras que afectan a su familia, y que hasta entonces les importaba un bledo, del mismo modo que les importa poco los otros males de la humanidad. ¿Por qué no puedo reírme hasta que me toque pasar el mal trago? Me inquieta pensar que las ideas y las "gracias" son derechos adquiridos de algunas persona. Es lleva a suponer que la moral es propiedad intelectual de unos cuantos y que los demas tenemos que estarles agradecidos a que trascienda a la sociedad en su conjunto, sociedad que, luego, se siente incapaz de afrontar problemas generales y se ofende por las desgracias personales. Claro, como la sociedad no sabe poner en vereda a sus gobernantes, que en el grueso de los casos son corruptos e intocables, lo hace sobre individuos que son accesibles y que igualmente repugnan a unos y otros por lo que dicen o escriben. Así es como de pronto cambia la moral y es fácil detectar a los que no asumieron o no quieren asumir el cambio. Los pierde la boca. No importan sus derechos ¡a por ellos! Se abre la veda de ofendidos y moralistas. Todos en contra del blancocristianoccidentopatriarcado, sea lo que sea que signifique eso. Que no hable ninguno que nos ofenda. ¿Es un chiste? Luego exigimos democracia. Menudos demócratas somos. Democracia es escuchar incluso a los que piensan diferente, crean o no en sus propias ideas, y defender su derecho a pensar y decir lo que quieran, la historia los juzgará y los hará pagar por el crimen que cometan. Yo no veo a nadie con las manos manchadas de sangre por un chiste insensible. ¡Claro! Me olvidaba de los sentimientos. Ahora los desviados, retrasados, sudacas, negros y moros son personas y tienen sentimientos. ¡Que sorpresa! Menudo descubrimiento del siglo XXI Que nadie haga un chiste antes de mirar alrededor, por favor. ¿Y cuando el chiste va de reírse de tu jefe o jefa, la persona que te paga y mantiene a tu familia? ¿De los incomprensibles presidentes Trump y Maduro? Tranquilos, no pasa nada. Los poderosos no son personas con sentimientos y vulnerables a la crítica. No nos pongamos papistas. Me parto. ¿Quien decide con quien cebarse y con quien no?
El humor siempre fue un reflejo de lo que somos y de lo que piensan nuestros demonios colectivos. Ahora los vamos a callar como si eso fuese capaz de silenciar esas voces para siempre, evitar que discriminemos. Lo único que detiene al odio es la educación. El odio surge de la ignorancia, no del humor. La discriminación, en cambio, emerge de la información y es en esencia una decisión personal. Nos pasamos la vida discriminando, tomando decisiones entre lo que nos gusta y lo que no. Constantemente pretendemos tener una idea correcta de lo que nos combiene y lo hacemos a través la información que recabamos. Lo acertado de nuestra discriminación varía según con la calidad y la interpretaciones de dicha información. No podemos sentirnos culpable sobre lo que nos hace gracia, es un constructo involuntario. Que la gente se ría de lo que quiera. Es un reflejo de lo que aprendieron de sus padres y profesores y todos esos modelos imperfectos que nos legó la humanidad. La lucha no es contra el sentido del absurdo y del humor, la lucha es contra la estupidez humana. Los estúpidos medran en el oscurantismo y la ignorancia, amén de la censura. Los estúpidos escuchan sólo lo que quieren oír. Prohibir cualquier forma de expresión los multiplica. A las ofensas hay que hacerles oídos sordos, atenderlas solamente las fortalece. Hoy se debería enseñar esto en las escuelas. Una sociedad de pensamiento crítico está obligada a tolerar el total de los discursos que florezcan en su seno. Si empezamos a cortar las opiniones que despiertan crítica es probable que terminemos en un jardín de ideas poco diverso y la falta de diversidad termina matando en la naturaleza y en lo comprendido como civilización. Las sociedades con pensamiento único no sobreviven a los desafíos del futuro. No es broma. Se consumen a sí misma. El humor es crítica, provocación y descontento. ¿Vamos a renunciar a eso porque nuestros sentimientos son herido? ¿Tan poco carácter tiene el adulto maduro del siglo XXI que se retuerce como un niño con una rabieta porque algo no le gusta?
Hoy censuramos el humor y mañana serán las novelas, luego la música, como hicieron en Israel con Wagner porque le gustaba al genocida de Hitler, y finalmente no podremos conversar en la mesa. La represión sobre el humor es solo una piedra, pero yo les aseguro que se volverá una losa aplastante para todos, y no hace falta datos para calcular y predecir el impacto que tiene el perseguir y atacar al pensamiento. Lo sabemos. Es un chiste que no tiene ni puta gracia.
Gadiel Alvarez Lier
Forma: Columna de opinión.
Tema: Los limites del humor.
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