Estas Fallas, como en tantas
fiestas, volví a caer en la trampa del gasto desmesurado y el esperpento. En el
fondo quería asegurarme de lo que sentía de verdad. Me apetecía salir y
divertirme. Pero no me bastaba con bailar en una verbena o salir a cenar con
amigos, así que sugerí comprar entradas para una corrida de toros. Unos días
antes de la corrida, le dije a mi marido: “sabes, con el tema de los toros
siento una contradicción, me gusta el ambiente, la música, el toreo, pero me
siento también mala gente, por todo lo que se le hace al toro. Además del
dineral que nos gastamos en las entradas (porque “si vamos, vamos”), y en la
comida previa” (porque eso forma parte, al menos para nosotros, del ritual de
los toros). Él me dijo: “ya, es verdad” (como si también se sintiera mal por
tanto gasto y tanta barbarie), y a continuación empezó a hablarme de los
puestos de trabajo que genera, la tradición, la cultura… Traté de rebatir sus
argumentos, pero él tiene mucha más labia que yo, así que decidí investigar
sobre el tema para llegar a una conclusión.
De pequeña iba a las corridas de
toros con mis abuelos, mis padres y mi hermana. Presencié la pelea de
Manzanares y el Soro, y la viví con gran conmoción. En mi casa se veían por
televisión. Recuerdo a mi abuela, sentada en su orejero marrón, envuelta con su
toquilla de lana violeta, su cigarrito en mano y su carajillo, mientras hacía ganchillo,
y veía las corridas de toros, al tiempo que gritaba algún ¡ay!, y se levantaba,
cada vez que el toro estaba a punto de enganchar al torero.
No aplaudo en los momentos de
tortura al toro, no me nace, me avergüenza, pero sí formo parte del público y
con mi presencia colaboro a que siga ocurriendo.
No negaré que se trata de una
tradición, para mí incluso un bonito recuerdo, pero me planteo si muchas de las
tradiciones deberían eliminarse, ¿es lícito entonces seguir con la tradición, todavía
presente en algunos países, de anular a la mujer, y que siga siendo ésta sumisa
del hombre?, ¿y qué hay del planchado de pechos en Camerún o el ritual de
lanzar al bebé en China, desde 15 metros de altura, para que crezca fuerte?, ¿y
qué decir de la lapidación o de tirar a una cabra desde un campanario?, ¿y las
peleas de perros o gallos, o si me apuras el boxeo? ¿Por qué las corridas de
toros me recuerdan tanto a las peleas de gladiadores?
Con respecto a que genera muchos
puestos de trabajo, también lo generan otras prácticas como el tráfico de
drogas o la prostitución, y no por eso dejo de plantearme si deberían legalizarse?
¿Por qué la tauromaquia no es legal en todos los países del mundo?
Después de leer los argumentos en
contra y a favor, fui consciente de que los mismos actos, fuera de la plaza,
son hoy un delito, ¿es eso lógico?
¿Puede considerarse arte la tortura
de un animal, o sería mucho más bello conseguir emocionar suprimiendo esta
parte? Difícil, ¿verdad?, ¿y esforzarse por ello?
¿Qué muerte digna puede ser esa
en la que aplauden cuando te asesinan y después te cuartean en trozos para
comerte en el plato?
Planteémonos si hay algo de
cultura en eso o más bien se trata de un cerrar los ojos al sufrimiento y
abrirlos al cinismo. ¿No es de ser más culto mirar al pasado de forma crítica y
cambiar aquello que atente contra la diversión de unos a cambio del dolor de
otros? ¿De qué manera contribuye esto a crecer o desarrollarnos como personas?
Estoy convencida de que la
literatura, el cine, la música y la pintura, podrían seguir mostrándonos la
belleza y el misterio que envuelve al toro, sin necesidad de torturarlo.
Para escribir estas líneas, me he
leído los argumentos a favor y en contra de la tauromaquia, y tengo que decir
que, los argumentos a favor no me han llegado al corazón, es más, me han
parecido una farsa y me han recordado los debates políticos.
A pesar de todo, sigo siendo una
hipócrita y una esclava de la barbarie, porque, aunque he decidido seguir
disfrutando de los pasodobles fuera de la plaza, no conseguiré la redención, pues,
de momento, y aunque espero que la forma cambie, voy a seguir gozando de comer
animales en el plato.
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