martes, 7 de mayo de 2019

Las trampas de la hipocresía (Susi)


Estas Fallas, como en tantas fiestas, volví a caer en la trampa del gasto desmesurado y el esperpento. En el fondo quería asegurarme de lo que sentía de verdad. Me apetecía salir y divertirme. Pero no me bastaba con bailar en una verbena o salir a cenar con amigos, así que sugerí comprar entradas para una corrida de toros. Unos días antes de la corrida, le dije a mi marido: “sabes, con el tema de los toros siento una contradicción, me gusta el ambiente, la música, el toreo, pero me siento también mala gente, por todo lo que se le hace al toro. Además del dineral que nos gastamos en las entradas (porque “si vamos, vamos”), y en la comida previa” (porque eso forma parte, al menos para nosotros, del ritual de los toros). Él me dijo: “ya, es verdad” (como si también se sintiera mal por tanto gasto y tanta barbarie), y a continuación empezó a hablarme de los puestos de trabajo que genera, la tradición, la cultura… Traté de rebatir sus argumentos, pero él tiene mucha más labia que yo, así que decidí investigar sobre el tema para llegar a una conclusión.
De pequeña iba a las corridas de toros con mis abuelos, mis padres y mi hermana. Presencié la pelea de Manzanares y el Soro, y la viví con gran conmoción. En mi casa se veían por televisión. Recuerdo a mi abuela, sentada en su orejero marrón, envuelta con su toquilla de lana violeta, su cigarrito en mano y su carajillo, mientras hacía ganchillo, y veía las corridas de toros, al tiempo que gritaba algún ¡ay!, y se levantaba, cada vez que el toro estaba a punto de enganchar al torero.
No aplaudo en los momentos de tortura al toro, no me nace, me avergüenza, pero sí formo parte del público y con mi presencia colaboro a que siga ocurriendo.
No negaré que se trata de una tradición, para mí incluso un bonito recuerdo, pero me planteo si muchas de las tradiciones deberían eliminarse, ¿es lícito entonces seguir con la tradición, todavía presente en algunos países, de anular a la mujer, y que siga siendo ésta sumisa del hombre?, ¿y qué hay del planchado de pechos en Camerún o el ritual de lanzar al bebé en China, desde 15 metros de altura, para que crezca fuerte?, ¿y qué decir de la lapidación o de tirar a una cabra desde un campanario?, ¿y las peleas de perros o gallos, o si me apuras el boxeo? ¿Por qué las corridas de toros me recuerdan tanto a las peleas de gladiadores?
Con respecto a que genera muchos puestos de trabajo, también lo generan otras prácticas como el tráfico de drogas o la prostitución, y no por eso dejo de plantearme si deberían legalizarse? ¿Por qué la tauromaquia no es legal en todos los países del mundo?
Después de leer los argumentos en contra y a favor, fui consciente de que los mismos actos, fuera de la plaza, son hoy un delito, ¿es eso lógico?
¿Puede considerarse arte la tortura de un animal, o sería mucho más bello conseguir emocionar suprimiendo esta parte? Difícil, ¿verdad?, ¿y esforzarse por ello?
¿Qué muerte digna puede ser esa en la que aplauden cuando te asesinan y después te cuartean en trozos para comerte en el plato?
Planteémonos si hay algo de cultura en eso o más bien se trata de un cerrar los ojos al sufrimiento y abrirlos al cinismo. ¿No es de ser más culto mirar al pasado de forma crítica y cambiar aquello que atente contra la diversión de unos a cambio del dolor de otros? ¿De qué manera contribuye esto a crecer o desarrollarnos como personas?

Estoy convencida de que la literatura, el cine, la música y la pintura, podrían seguir mostrándonos la belleza y el misterio que envuelve al toro, sin necesidad de torturarlo.
Para escribir estas líneas, me he leído los argumentos a favor y en contra de la tauromaquia, y tengo que decir que, los argumentos a favor no me han llegado al corazón, es más, me han parecido una farsa y me han recordado los debates políticos.
A pesar de todo, sigo siendo una hipócrita y una esclava de la barbarie, porque, aunque he decidido seguir disfrutando de los pasodobles fuera de la plaza, no conseguiré la redención, pues, de momento, y aunque espero que la forma cambie, voy a seguir gozando de comer animales en el plato.

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