jueves, 28 de marzo de 2019


SANGRE
La escuchas llorar desde tu habitación.
Llora mientras limpia la bañera,
y te sientes mal.
Te sientes mal por ti,
pero te sientes peor por ella
porque la has defraudado.
Tratas de evadirte haciendo los deberes
pero tu mente dibuja una mujerona herida,
sin consuelo.
En ningún momento
piensas que quizá llore por otro motivo.
Eres su hijo, la mitad de su ADN;
su corazón entero.
Te arrepientes de haberte dejado llevar.
Te arrepientes de agarrarlo del cuello
y dejarle esas marcas rojas.
Piensas en ello mientras sales de la habitación
y te asomas desde el fondo del pasillo.
Llora de rodillas sobre la bañera
como en señal de contrición
y desgarrada por la herida abierta
cuando vuestros ojos hundidos se rozan.
Vuelves a tu habitación deprisa,
y piensas en el mañana,
en el mañana que no quieres
alejado de lo que un día podría ser tu familia.
Entonces llega con los ojos vidriosos
y te abraza con fuerza.
Dice unas pocas palabras,
apenas tres frases entrecortadas
y tu corazón se congela,
apenas ha latido once años.

Jorge Gallent

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