AFORISMO
La rebeldía sin fe es como un océano sin sal, aunque a priori inapreciable,
su ausencia resultaría un levantamiento insulso.
MICRORRELATO
Hemos terminado de cenar y nuestros culos llevan
sobre el sofá más de una hora.
-¿Por qué haces eso, cariño?
-Creo que no podemos seguir así. ¿Hacía donde se
dirigen nuestras vidas?
-Haces unas preguntas más raras desde que lees al
Schopenhauer ese –hurga su nariz, distraída-. Además, ¿qué tiene que ver ella
en todo esto?
-No lo sé. ¿Y si fuera la culpable de nuestra
desorientación?
¿Culpable? ¿De qué? –Ahora observa concentrada el
dedo que acaba de sacar del interior de sus fosas nasales-.
-No sé María. No sientes como si al calentar la
leche en el microondas por las mañanas estuvieras impulsada por otras personas
a hacerlo. Como si te sintieras obligada a hacer las cosas porque son así. Porque
alguien ha dicho que es así y punto.
-No entiendo Juan. Estamos en invierno y a las 5 de
la mañana me apetece la leche muy caliente. ¿Te encuentras bien?
-Quizá tengo un poco de fiebre –me toco la frente
con la palma de la mano; nunca he sabido detectar la
fiebre de esa forma y la quito-. Iré a por una aspirina.
-Buena idea, cariño. Antes enchúfala otra vez
que empieza la tertulia política de La Sexta.
Jorge Gallent
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