¿Oby?
Como si se tratara de una
turbulencia en mi cerebro, sentí un dolor agudo y punzante en la zona occipital.
Apenas podía abrir lo ojos. Me llevé las manos a la cabeza, ese simple gesto,
me resultó un gran esfuerzo, fue un movimiento lento y tembloroso. Rocé mi
pelo, era fino y enroscado, las yemas de mis dedos tardaron en sentir el tacto
del cabello. Mi ojo derecho palpitaba como el segundero de un reloj, la zona
interna dolía y sentía como si se desviara al interior del tabique nasal.
Me costó mucho abrir los ojos, no
había casi luz, descubrí la piel oscura de mis manos y una alianza cuyo destello
se alineó con el reflejo de la farola, aquello me hizo fruncir el ceño, y
desencadenó en otra punzada profunda que me cortaba la respiración.
Degusté un sabor acre y rancio,
necesitaba un sorbo de agua para quitarme aquel asqueroso gusto a vómito.
Un zumbido acompasado penetraba
en mis oídos, la humedad me estaba paralizando el cuerpo y el miedo también.
Me incorporé torpemente
apoyándome sobre mis codos, llevaba una camisa blanca, perfectamente
arremangada, las dobleces estaban alineadas y paralelas, frenaban justo a
cuatro centímetros por debajo del codo, parecía de seda. El antebrazo izquierdo
lucía un tatuaje elegante y arabesco, pude leer Michelle, completaban la
ornamentación un símbolo de infinito y una fecha…pero… ¿quién era Michelle?,
¿qué significaba esa fecha?, ¿Qué día era hoy?, ¿quién soy?
Se sucedieron una tras otra,
preguntas en mi cabeza sin respuesta.
Miré a mi alrededor, comenzaba a
surgir un resplandor en el horizonte, descubrí que estaba cerca del mar, los
zumbidos de mis oídos era el vaivén de las olas. Estaba semisentado en la
arena, giré sobre mis espaldas y vi la monumentalidad de un faro, indicando con
su parpadeante luz, el rumbo de los barcos.
Ponerme en pie era doloroso y
complicado, la zona lumbar estaba casi paralizada, no sentía las piernas, me
hundía en la arena y era imposible avanzar hacia el paseo. Era más fácil
gatear. A unos metros encontré una americana, debía ser mía, las rayas
diplomáticas se repetían en el pantalón. Busqué desesperadamente en los
bolsillos de la chaqueta, no encontré nada que me facilitase mi identidad. En
el bolsillo interior apareció una tarjeta, pude leer Stanford University, por
la parte trasera había una nota, 27 de noviembre, 8:45 AM. Volví a repetirme la
misma pregunta, ¿qué día es hoy? ¿por qué veo doble?
De momento mi principal
preocupación era encontrar el zapato que me faltaba. Mantener la calma y la
serenidad me ayudaría a recobrar la memoria. Debía de estar pasando por un
estado de shock, no parecía estar herido ni haber recibido ningún golpe. No
presentaba signos de agresión.
Palpando sobre la arena en busca
del calzado perdido, tropecé con un objeto, era un mando, al parecer pertenecía
a un coche, la imagen de unas alas enmarcaba las palabras ASTON MARTIN. Las
guardé en el bolsillo del pantalón. Aquello seguía sin tener sentido para mí. A
pocos metros estaba el zapato que faltaba, salpicado en vómito. Era de piel
marrón jaspeada, con suela de cuero, en el interior sobre la plantilla en una
etiqueta ponía Tanino Crisci.
Me coloqué el zapato, torpemente anudé los cordones, más
bien los dejé atados, colgando un cabo por cada lado, no recordaba como se
anudaban.
Conseguí incorporarme y comencé a
caminar hacia el paseo, con la intención de encontrar el vehículo al que
correspondían aquellas llaves.
A pocos metros, sobre el paso de
peatones y obstaculizando el carril de bicicletas, había un descapotable gris
plata. Mal estacionado, pero no presentaba ningún golpe, sobre el asiento del
copiloto una corbata desanudada granate. Inmediatamente me precipité sobre el
coche, abrí la guantera, en busca de documentación o algún papel que me ayudara
a averiguar mi identidad.
En la guantera solo había una
cajetilla de cigarrillos, un paquete de chicles y un sobre amarillo, el cual
tenía el precinto abierto, en su interior solo había papeles con muchos
números, muy complejos, fórmulas …No entendía nada de lo que ponía, ni sabía
interpretar aquellos números.
Empecé a tener miedo, me senté
agotado en el asiento del conductor, bajé el parasol para ver mi aspecto, ¿eh?,
¿quién soy? La imagen reflejada en el espejo no me servía de nada, no me
reconocía. Una punzada aguda me partió el pecho. Me derrumbé y me dejé caer
sobre el volante. Sollozando y envuelto en una inmensa duda y sensación de
incredulidad.
Mantén la calma, me decía a mí
mismo, esto es pasajero. En unos instantes volverás a ser tú.
Las lágrimas corrían por mis
mejillas, el ojo seguía doliendo y dando la sensación de que se iba a salir del
sitio.
Del espejo retrovisor colgaba un
corazón, por cada lado del corazón una foto, en una la imagen de una mujer,
¿sería Michelle? Por el otro lado dos niñas de unos seis y ocho años, guiñando
los ojos, simpáticas y sonrientes. ¿serían mis hijas? ¿tenía familia?
Decidí relajarme, buscar agua
para beber y enjuagarme la boca. Algo debía haberme pasado para estar en esas
condiciones. Registrando el coche, los recovecos de los numerosos huecos,
encontré un bote de fármacos,
Mestinon 60 mg, el frasco estaba prácticamente entero. ¿Necesitaba medicación?,
¿por qué veía dobles las letras? No había prospecto para leer su contenido y su
posología…
Calma, debo mantener la calma,
tengo un coche, un fármaco, unas fotos, unas fórmulas, una tarjeta de la Univ...
_¡Oby!, ¡Oby! ¡Cariño! ... Celia
ha preparado el almuerzo con el asistente de la campaña electoral, te va a
encantar, lleva unas propuestas muy interesantes. Antes has de pasar por el
despacho y firmar unos documentos de la embajada y acuérdate también de firmar
el acuerdo con la universidad de Stanford. Luego tendrás tiempo para hacer tus
ejercicios, pero no podrás usar la piscina cubierta, John ha puesto un producto
de choque, dos, tres días, tardará en hacer efecto. Me apetece ir al estudio de
Rachel Roy, a ver que diseños tiene para esta temporada, ¿me acompañarás? Será
solo una hora, no tardaré mucho, ya llevo las ideas muy claras de lo que
quiero. Al acabar podríamos hacer una pausa y tomarnos un zumo de cinco frutas
con leche… ¿o no?, ¿será muy arriesgado? ¿Recuerdas cuando éramos novios?
Íbamos al cine, con sus respectivas palomitas y refresco… y aún nos entraba el
medio litro que nos ponían en aquellas copas…jajaja…el local sigue igual,
butacas de mimbre bajitas, las mesas que te llegan a las rodillas, lámparas
colgando a la altura de las cabezas, con forma de sombrero... ¡Qué tiempos! Si
te parece arriesgado, le decimos a Andrew que nos los traiga, a mí me apetece
mucho, llevo días pensando en esos zumos. Nos vendrá bien antes de la consulta
con el neurólogo… ¡Ah!, la cita es a las seis, cuando se hayan ido todos los
pacientes. Tendrás que contarle que tal te ha ido el tratamiento, yo te noto
mejoría.
Desde que Michelle había entrado
en la habitación, no había parado de hablar y de moverse de aquí para allá, las
cortinas habían cambiado de posición unas tres veces, hasta conseguir la
intensidad de luz suficiente, para que el despertar fuera agradable y
transitorio. Los cajones de la cómoda, abriéndose y cerrándose habían afinado
un melodioso susurro, que se entremezclaba con el zumbido de mis oídos. Sus
tacones acompasados y rítmicos, daban el toque de diana de cada mañana. Su
silueta danzante me hizo recordar el sentido del tacto, cuando la sensualidad
lo era todo. No puedo pasar por alto estos episodios, debo contárselo al
doctor.
Michelle se acercó, me dio un
tierno beso en la frente. Mientras desaparecía, ya casi en el pasillo, se giró
y en esta ocasión fue escueta.
_Obama. Se te ve pálido.
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